Este reportaje es parte de una iniciativa de colaboración entre el Centro de Reporte Investigativo del Medio Oeste y la Red USA TODAY y es apoyado por el Centro Pulitzer para el reporte de crisis.

Un día de junio, el teléfono de María Romero sonó, al contestar escuchó la aterradora respiración entrecortada de su madre.

La trabajadora de la planta avícola de Arkansas, de 59 años, con un susurro débil le dijo a su hija que había sido llevada de urgencia a la sala de emergencias, donde le diagnosticaron COVID-19. María Romero apenas podía entender las palabras, pero sabía que su madre se encontraba asustada y confundida.

“Ella sabía que algo andaba mal, pero no sabía qué estaba pasando,” dijo Romero, de 36 años. “Podía percibir que estaba asustada.”

La madre de María Romero, quien pidió proteger su identidad por temor a perder su trabajo, se encuentra entre al menos 4,627 trabajadores avícolas de Arkansas que han sido infectados por el nuevo coronavirus desde el inicio de la pandemia.

Más de la mitad de ellos, como la madre de María Romero, son Hispanos. 

Los estadounidenses dependen de trabajadores con salarios bajos para producir un suministro constante de carne de res, cerdo y aves. Pero a medida que el coronavirus arrasa con las plantas empacadoras de carne en todo el país, las minorías como ella han sufrido de manera desproporcionada la peor parte de la propagación de la enfermedad. 

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La madre de María Romero es una de los más de 4,000 trabajadores avícolas a ser diagnosticados con coronavirus en Arkansas. 28 de junio, 2020, foto de Spencer Tirey, del Centro de Reporte Investigativo del Medio Oeste. 

El Centro de Investigaciones Económicas y Políticas, encontró que los Hispanos, Afroamericanos y los inmigrantes recién llegados, trabajan en ocho de cada 10 empleos de las empacadoras de carne de primera línea del país. 

Y ahora representan el 90% de los casos de coronavirus relacionados por el empacado de carne del país, según un análisis de 21 estados realizado por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, CDC, (por sus siglas en inglés). Más de la mitad de ellos son Hispanos. 

En ningún lugar es esto más evidente que en Arkansas, el segundo estado productor de aves de corral más grande por peso en la nación. A diferencia de muchos otros estados con grandes brotes en plantas empacadoras de carne, Arkansas acumula datos de conteo de casos de coronavirus para la industria empacadora de carne por raza y por etnia.

Esos datos, obtenidos por el Centro de Reporte Investigativo del Medio Oeste y USA TODAY, muestran que los latinos representan el 33% de todos los trabajadores avícolas en Arkansas, pero aproximadamente la mitad de todos los casos de COVID-19 provienen de las plantas avícolas. 

Los medios de comunicación solicitaron la misma información a otros estados con grandes brotes en plantas empacadoras de carne, incluidos Kansas, Iowa y Nebraska. Estos estados dijeron que no llevaban registros de esos datos. 

El Centro de Reporte Investigativo del Medio Oeste y USA TODAY, pasaron dos meses entrevistando a trabajadores, funcionarios de la planta y expertos en salud, sobre la tasa desproporcionada de infección de minorías entre los empacadores de carne. También examinaron cientos de páginas de registros e informes gubernamentales como parte de este trabajo investigativo, que fue financiado por una donación del Centro Pulitzer.

Incluso antes de la pandemia, estos empleados enfrentaban largas jornadas de trabajo a cambio de una pequeña remuneración. Durante años, los problemas sistemáticos de la industria han sido del conocimiento del gobierno federal; sin embargo, no se ha hecho mucho para corregirlos.

Pero ahora, con un virus mortal que afecta estas plantas avícolas, el gobierno ha adoptado un enfoque todavía menos intervencionista en la seguridad de los trabajadores. A finales de abril, la administración del presidente Trump brindó información de cómo proteger las plantas avícolas de la pandemia; a pesar de eso, no se llegó a exigir o hacer cumplir las medidas.

Aun cuando el número de casos en las plantas avícola se disparó, las súplicas de los trabajadores y activistas para que se tomaran medidas básicas de seguridad fueron recibidas con meses de inacción e indiferencia por parte del gobierno y las empresas empacadora de carne. 

En el noroeste de Arkansas, el corazón de la industria avícola del estado, una investigación de los CDC descubrió una transmisión generalizada de la enfermedad y culpó al gobierno estatal del impacto desproporcionado en las comunidades latinas y de las Islas del Pacífico.

Jennifer Dillaha, epidemióloga estatal del Departamento de Salud de Arkansas, dijo que el estado está tratando de implementar la mayor cantidad posible de recomendaciones de los CDC y recientemente contrató a dos compañías para realizar el rastreo de contactos de la enfermedad.

Pero con la limitada supervisión gubernamental de las medidas de seguridad del COVID-19 en las plantas, la producción de paquetes de pechugas de pollo y nuggets (trocitos empanizados) se ha hecho a expensas de las vidas de los que ahí laboran, dijeron trabajadores y defensores. 

“Este es un problema de múltiples empresas a nivel nacional. Las plantas empacadoras de carne no estaban preparadas para esta epidemia,” dijo el presidente de la Alianza de Latinoamericanos Unidos, Domingo García. “Hubo una falla desde el principio por parte de la administración y los dueños de las cinco principales empacadoras de carne para responder a la emergencia lo más rápido posible, y eso costó vidas.”

Los voceros de dos de las principales empacadoras de carne de país dijeron a los medios que están tomando todas las precauciones para proteger a los trabajadores mediante la aplicación de medidas de seguridad como controles de temperatura y divisores de plástico en las estaciones de trabajo.

Derek Burleson, de la empresa de alimentos Tyson, que opera 20 plantas avícolas en Arkansas, dijo que la principal prioridad de la compañía es la salud y la seguridad de los trabajadores y de la comunidad. Agregó que la empresa ha implementado una variedad de medidas de seguridad y ha hecho pruebas de COVID-19 a gran escala de sus trabajadores de Arkansas. 

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Una planta de la empresa de alimentos Tyson en la calle West Olrich en Rogers, Arkansas, el 28 de junio de 2020. Foto: Spencer Tirey, del Centro de Reporte Investigativo del Medio Oeste. 

Cameron Bruett de la empresa JBS que opera una planta en el estado de Arkansas, hizo una declaración similar.

“Estamos haciendo todo lo posible para brindar un ambiente de trabajo seguro para los miembros de nuestro equipo que están produciendo alimentos para el país durante estos tiempos sin precedentes,” dijo Bruett.

Tales medidas no evitaron que la madre de María Romero se enfermara. El Centro de Reporte Investigativo del Medio Oeste y USA TODAY no mencionan en este reportaje el nombre de la planta donde ella trabaja con el fin de proteger su identidad. Sin embargo, los registros estatales señalan que en esas instalaciones se presentan cientos de casos de COVID-19.

El día en que su madre fue hospitalizada, María Romero estuvo tan ocupada ayudando como interprete del español de su madre y atendiendo las llamadas telefónicas de familiares preocupados, que no tuvo tiempo para llorar hasta después que acostó a sus hijos.

Luego, dijo, se echó a llorar y le rogó a Dios que mantuviera a su madre con vida. No le había pedido nada a Dios en cuatro años, desde el día que se enteró que estaba embarazada de gemelos. Prometió entonces no pedir otro favor. Ahora, mientras sus familiares en todo el país rezaban el Santo Rosario por su madre, ella también se arrodilló.

“No hagas esto. La necesito”, recordó haber dicho mientras rezaba. “Necesito que ella salga bien. Necesito que se recupere para que podamos volver a salir y vivir esta vida que tienes para nosotros.” 

“La gente viene enferma al trabajo”

Arkansas tiene profundas raíces en la industria avícola que se remonta a finales del siglo XIX con la formación de la Asociación de Criadores de Avicultura de Arkansas, y que hoy alberga a una de las empresas productoras de aves de corral más grande de los Estados Unidos -Tyson Foods, con sede en Springdale. 

El estado tiene cerca de 6,000 granjas de producción avícola y más de 60 plantas de procesamiento de aves de corral, que, en su total, emplean a unos 40,000 trabajadores. Alrededor de un tercio son Latinos. Más de uno de cada cinco son Afroamericanos o Asiáticos.

A mediados de agosto, 30 plantas avícolas de Arkansas habían tenido brotes, según los datos del estado. Al menos siete han observado a cientos de empleados dar positivo en las pruebas de COVID-19.

Sin embargo, a pesar de las demandas de los trabajadores de cerrar temporalmente las plantas para una limpieza profunda, el estado no ha ordenado el cierre de ninguna planta. Tyson, la empresa procesadora de pollos más grande de los Estados Unidos, no ha dejado inactiva ninguna de sus instalaciones en el estado de Arkansas. En su lugar, implementó una serie de medidas como la instalación de divisores entre los trabajadores, el suministro de mascarillas a los empleados y la creación de monitores para hacer cumplir el distanciamiento físico. La compañía también ha anunciado que practicará pruebas semanalmente para detectar el COVID-19.

Si bien su vocero, Burleson, dijo que la empresa cumple o supera las normativas de seguridad de los CDC, los defensores de los derechos de los trabajadores presentaron una demanda de derechos civiles a principios de julio contra las dos empresas empacadoras más grandes de los Estados Unidos, alegando que las medidas poco estrictas de estas compañías durante la pandemia, expusieron de forma desproporcionada ante el COVID-19, a los trabajadores de las minorías y esto equivalía a discriminación racial.

Alfredo es un maquinista de 37 años que trabaja para una planta avícola de la empresa Tyson, dijo que ha presenciado de primera mano cómo la empresa para la que labora respondió al brote del coronavirus. Lo consideró deficiente. 

Alfredo, un inmigrante mexicano, dijo que él y otros trabajadores muchas veces no pueden quedarse en casa cuando están enfermos y reciben presiones por parte de sus supervisores para que regresen al trabajo. Alfredo pidió ser identificado sólo por su primer nombre por temor a ser despedido.

“Hay gente que viene enferma a trabajar,” dijo con ayuda de un intérprete.

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Alfredo, un maquinista de 37 años en una planta avícola de la empresa Tyson, en su casa en el noreste de Arkansas el 2 de julio del 2020. Pidió ser identificado sólo por su primer nombre. Foto: Spencer Tirey, del Centro de Reporte Investigativo del Medio Oeste.

Un informe del año 2016 de la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno señalaba la negativa de los trabajadores indocumentados e inmigrantes sobre el hecho de reportar enfermedades y lesiones. 

Los padres de Alfredo son personas mayores y dieron positivo al COVID-19, ellos creen que contrajeron la enfermedad en las plantas avícolas donde trabajan. Sus hijos lloraron cuando les dieron la noticia, pues pensaban que podían morir.

“Es realmente devastador,” dijo.

Un poco menos de dos semanas de que su madre diera positivo a la prueba de COVID-19, la planta de la empresa Tyson donde ella trabaja, la llamó varias veces instándola a volver a la línea de producción, dijo. Su madre, quien todavía tenía tos y fiebre, se negó a volver al trabajo hasta que dio negativo en otra prueba.

Burleson, vocero de la empresa Tyson, dijo que los empleados no pueden trabajar si presentan síntomas. 

“Si un miembro del equipo da positivo, recibe un permiso remunerado durante el período de cuarentena que exige el CDC, y puede volver a trabajar sólo cuando haya cumplido con los criterios establecidos por dicha entidad y por la empresa Tyson,” dijo el vocero.

No obstante, Alfredo dijo que a los trabajadores de la empresa Tyson no se les paga por ponerse en cuarentena, al menos que un médico de esa empresa los envíe a casa o den positivo en la prueba de COVID-19. Los trabajadores y activistas afirman que los empleados generalmente reciben autorización para trabajar siempre que no presenten fiebre. 

Los trabajadores que han entrado en contacto con alguien que ha dado positivo en una prueba, no tienen que ponerse en cuarentena y pueden seguir trabajando mientras no tengan síntomas, dijo Dillaha, epidemióloga del estado de Arkansas.

Por otro lado, los activistas avícolas afirman que la expectativa es que los empleados trabajen incluso si han estado expuestos a alguien con COVID-19, siendo esta una enorme preocupación cuando el virus puede ser propagado por personas asintomáticas.

Los trabajadores con frecuencia muestran resistencia para admitir que han dado positivo en la prueba de COVID-19, o que tienen síntomas, dijo Lorena Quiroz, fundadora de la Alianza de Inmigrantes para la Justicia y la Equidad, con sede en Mississippi. 

“Ellos se presentarán a laborar si son asintomáticos porque temen que los despidan o que la comunidad los trate de manera diferente, o incluso, que afecte su estatus migratorio,” dijo.  

Aproximadamente el 91% de los trabajadores avícolas de Arkansas carecen de licencia remunerada por enfermedad, y dos tercios declararon que trabajaban mientras estaban enfermos antes de que comenzara la pandemia, según un estudio dirigido por el Centro de Justicia para Trabajadores del Noreste de Arkansas. Para los trabajadores avícolas quedarse en casa puede significar perder semanas de salario o incluso sus empleos. 

“La empresa los expone a enfermarse y no les importa su salud ni sus vidas,” dijo Magaly Licolli, fundadora del movimiento de derechos de los trabajadores avícolas del noreste de Arkansas, que lleva por nombre, Venceremos.

Más de 120 organizaciones de justicia social, entre ellas Venceremos, llevaron a cabo una semana de acción para exigir a la empresa Tyson que otorgue licencias remuneradas por enfermedad, que disminuya la velocidad de las líneas de producción y proporcione pruebas de laboratorio para los trabajadores. Durante meses, Venceremos realizó protestas y puso en circulación solicitudes pidiendo el cierre de plantas en Arkansas con casos de COVID-19.

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Activistas como Magaly Licolli han protestado y presionado a las plantas avícolas para que creen condiciones de trabajo más seguras y saludables para los empleados que son en su mayoría Hispanos y Afroamericanos. 29 de junio de 2020, foto de Spencer Tirey, del Centro de Reporte Investigativo del Medio Oeste.

“Está claro que la causa principal por la que los trabajadores se sienten obligados de presentarse a trabajar cuando están enfermos, es que no tienen la opción de una licencia remunerada por enfermedad,” dijo Angela Stuesse, catedrática de antropología de la Universidad de Carolina del Norte y autora del libro “Ganarse la Vida: Latinos, Raza y Trabajo en el Sur.”

La Ley de Respuesta al Coronavirus las Familias Primero, que garantizaba licencias remuneradas por enfermedad a los empleados con COVID-19 excluía a las empresas con más de 500 empleados, lo que significa que el grupo de grandes empresas que dominan la industria de empacado de carne están exentas de este requisito.

Los inmigrantes indocumentados y sus familias hasta ahora han sido excluidos de la ayuda del paquete de estímulo federal destinado a reducir el impacto financiero causado por la pandemia COVID-19, según Vox.

“Necesitamos que nuestros inmigrantes quienes presenten síntomas no trabajen, pero muchos de ellos no tienen esa opción porque no cuentan con acceso a programas de la red de seguridad y se quedaron fuera del beneficio del estímulo económico,” dijo Mireya Reith, directora ejecutiva del comité de derechos de los inmigrantes, Arkansas United.

“No me siento seguro”

Después de permanecer 10 días en el hospital, la madre de María Romero regresó a casa; mareada, adolorida y fatigada. Ante la inminente cuenta del hospital, regresó a su trabajo en la planta avícola que proporciona parte de la única forma de empleo que queda en su pueblo rural, ahí ella carga pollo crudo en bandejas plásticas de espuma y en una banda transportadora, dijo la madre.

Por una nota del médico ha sido reubicada en el área de tareas livianas, como resultado de la persistente debilidad de su lucha con el virus, así como el dolor punzante de espalda y hombros que acumuló durante 13 años de movimientos repetitivos en la línea de producción. Ahora ella levanta tres libras a la vez en lugar de siete.

Aunque la planta donde ella trabaja ha instalado divisores de plástico entre los trabajadores y ha aumentado la distancia entre el personal, siente miedo de volver a contagiarse cuando se aglomeran en la cafetería o a la hora de la salida, dijo la madre de María Romero.

María se pregunta si el cuerpo de su madre podría soportar otra lucha contra el virus. En una planta donde cientos de trabajadores se han contagiado de la enfermedad, su madre gana alrededor de 11 dólares por hora y no ha recibo ninguna compensación económica por riesgo laboral, dijo.

Mientras tanto, en la planta de la empresa Tyson, Alfredo trabaja hombro a hombro con otros empleados, separados por una fina lámina de plástico o nada en absoluto, dijo. Si bien a los trabajadores se les toma la temperatura y se les proveen mascarillas y caretas protectoras, las aglomeraciones cuando entran, el cambio de ropa y el uso del baño es algo que ocurre a diario.

La planta instaló un puñado de estaciones de desinfección para manos, pero Alfredo dijo que no limpian ni desinfectan el interior, incluso cuando un número creciente de trabajadores dan positivo. Le preocupa que el virus permanezca en la maquinaria, en los espacios comunes, en el aire, junto con el desagradable olor a carne podrida.

“No me siento seguro,” dijo. “Siempre me siento nervioso cuando estoy ahí y tengo miedo de trabajar porque nunca cerraron la planta para desinfectar o limpiar. El virus sigue adentro.”

Trabaja seis días a la semana, nueve horas jornales, triturando bloques de pollo congelado en una pulpa que se usa para hacer los nuggets de pollo. Al final del día su mascarilla está mojada de sudor. Se frota el desinfectante en la cara y las manos y se quita la ropa de trabajo en el césped antes de entrar a su casa.

“Lo que más me preocupa es que un día iré a trabajar, luego me enfermaré y eventualmente mis hijos, mi familia, todos estarán enfermos,” dijo.

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Alfredo se asegura de limpiar su cuerpo y quitarse su ropa de trabajo antes de entrar a su casa, por temor a que su familia se enferme. 2 de julio del 2020, foto de Spencer Tirey, del Centro de Reporte Investigativo del Medio Oeste.

La industria del empacado de carne es conocida por pagar salarios bajos, presentar altas probabilidad de lesiones y por ofrecer pocas prestaciones laborales. Ahora, durante una pandemia, Alfredo confirmó que se ha vuelto más claro cuánto ignora esta industria la seguridad de los trabajadores. A medida que los empleados se retiraban de la planta por dar positivo en la prueba de laboratorio, ellos se pusieron en cuarentena o simplemente se fueron, para él trabajar horas extras es agotador, dijo. Recalcó que sus hijos no trabajarán en la industria avícola como sus padres y sus abuelos.

Conoce a algunos trabajadores que se han enfermado y a dos que han muerto, algunos de los cuales vinieron del mismo pueblito en México donde nació Alfredo.

“En lugar de mejorar ha empeorado,” dijo. “Me siento impotente por no poder ayudar. Lo único que puedo hacer es rezar por ellos.”

Frank Hernández, del Centro de Reporte Investigativo del Medio Oeste, contribuyó con este reportaje.

Traducido por Beatriz Oliva.

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